Rev Fac Odontol, Univ Buenos Aires

(2020) Vol. 35. Núm. 80

 

Saliva y Reparación Tisular: Un Natural e Inexplorado Universo Terapéutico

Saliva and Tissue Repair: A Natural and Unexplored Therapeutic Universe

 

Troncoso GR1, Balcarcel NB1, Allamprese SG1, Mohn CE1,2, Elverdin JC1, Ossola CA1

 

1 Universidad de Buenos Aires. Facultad de Odontología. Cátedra de Fisiología. Buenos Aires, Argentina.

2 CONICET. Buenos Aires, Argentina.

 

Título abreviado: Saliva y Reparación Tisular

 

Recibido 05/02/2020

Aceptado 04/05/2020

 

 

RESUMEN

Numerosas sustancias y actividades de la vida diaria representan un riesgo potencial de agresión para los tejidos de la cavidad bucal. Sin embargo, los tejidos bucales manifiestan una asombrosa capacidad de resiliencia y recuperación gracias, en gran medida, a la saliva, fluido producido por la acción conjunta de las glándulas salivales mayores y menores. A través de diversos estudios desarrollados a lo largo de los años, una gran cantidad de componentes activos, como los factores de crecimiento EGF, TGF-α, NGF, VEGF, entre otros, y sustancias como histatinas, parotina y factor tisular, han sido identificados en la saliva, exhibiendo funciones específicas sobre la reparación tisular. Este trabajo tiene como objetivo proporcionar una versión actualizada de la participación de las glándulas salivales y sus componentes de secreción en la reparación tisular y resaltar su influencia en el manejo clínico de lesiones bucales. Una amplia revisión de la bibliografía fue llevada a cabo con el fin de realizar un compilado de los elementos constituyentes de la saliva que, de acuerdo al conocimiento actual, poseen efectos directos o indirectos demostrados sobre los mecanismos de curación y mantenimiento de la salud de los tejidos bucales.

Palabras clave: reparación de heridas, saliva, factores de crecimiento, mucosa, glándulas salivales

 

ABSTRACT

Many substances and everyday life activities represent an aggressive potential risk for oral cavity tissues. However, oral tissues exhibit an exceptional recovery ability due, to a large extent, to saliva, fluid which is produced by a combined activity of major and minor salivary glands. According to a great number of studies developed over the years, many active compounds, such as growth factors EGF, TGF-α, NGF, VEGF, etc., and substances like histatins, parotin and tissue factor, have been identified in saliva and display specific functions on tissue repair. The aim of this work is to provide an updated version of salivary glands and their compounds involvement on tissue repair and highlight their role on clinical approach of oral injury. A large review of literature was carried out with the purpose of make a summary of the saliva constituents which, in agreement with current knowledge, have direct or indirect demonstrated effects on healing mechanisms and maintenance of oral tissue health.

Keywords: wound healing, saliva, growth factors, mucosa, salivary glands

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Los tejidos orales se encuentran sometidos diariamente, en mayor o menor medida, a un gran número de injurias mecánicas y químicas, producto de eventos como la masticación y el habla, el contacto con diferentes alimentos o piezas dentarias dañadas, las intervenciones odontológicas, diversos hábitos e incluso modas. Estas condiciones exponen a la mucosa bucal a posibles disrupciones de su integridad, facilitando el ingreso tisular de varios microorganismos patógenos. Sin embargo, a diferencia de otros tejidos, la curación de las lesiones orales suele ser veloz y las complicaciones por infecciones son hechos de escasa frecuencia. Un factor determinante de esta diferencia en los procesos reparativos orales es la presencia de la saliva, un biofluido de características especiales que baña por completo la cavidad bucal, y cuya composición no es una mera solución acuosa y electrolítica, sino que también incluye una gran variedad de proteínas y otras sustancias orgánicas biológicamente activas, resultado de la actividad combinada de los tres pares de glándulas mayores junto con las glándulas menores. Entre las mayores, las glándulas submaxilares producen un 65% del total de la saliva, las parótidas, un 20%, y las sublinguales, un 5%. Las menores se encuentran distribuidas en la mucosa bucal y producen el porcentaje de saliva restante (Dawes y Wood, 1973; Pedersen et al., 2018).

Durante décadas tanto la saliva como las glándulas que la secretan han sido un atractivo objeto de estudio para numerosos investigadores de áreas afines, como consecuencia de la variedad de funciones en las que intervienen y de las afecciones que tienen asiento en ellas. Estas afecciones frecuentemente provocan hiposalivación o hiposialia, por lo que los estudios también se han centrado en los efectos deletéreos de la ausencia de saliva, entre los que cabe destacar un retraso en la reparación de heridas y un aumento de la incidencia de infecciones. Desde hace muchos años existen testimonios que refieren a la verosímil capacidad reparadora de la saliva. Evocando los primeros registros históricos de la literatura científica en la temática, ya en 1970, Lindsay Verrier describió que pescadores fiyianos, luego de haber recibido el lamido de perros, percibieron menor sensación de dolor y curación más rápida de ulceraciones (Verrier 1970). Años antes, en la década de 1950, Cohen y cols. habían demostrado la presencia de una proteína salival que acelera la erupción dentaria y la apertura de los párpados en ratones recién nacidos (Cohen, 1962). Posteriormente, a esta proteína se la halló en otros órganos y fluidos corporales y recibió el nombre de factor de crecimiento epidérmico (EGF), en tanto que el Dr. Cohen resultó galardonado con el premio Nobel de Medicina en 1986 por sus descubrimientos en relación a los factores de crecimiento epidérmico y nervioso (NGF), presentes en la glándula submaxilar. Actualmente se sabe que, además de los perros, animales como gatos, monos y caballos, entre otros, lamen instintivamente sus heridas fomentando un efecto terapéutico en ellas (Hart et al., 2018).

El proceso general de curación de heridas incluye la secuencia de cuatro etapas sucesivas, aunque parcialmente superpuestas entre sí: hemostática, inflamatoria, proliferativa y de remodelación (Larjava, 2012). A su vez, para el desarrollo de estas etapas, se requiere de la acción coordinada de varios tipos celulares como queratinocitos, plaquetas, células endoteliales, fibroblastos y macrófagos, junto con elementos tisulares de señalización como citoquinas, quimiocinas y factores de crecimiento (Barrientos et al., 2008). Si bien estas características son esencialmente comunes a la mucosa bucal y a la piel, posee aceptación general el hecho de que la curación de heridas en la cavidad bucal es más rápida y deja cicatrices menos marcadas que en la piel (Brand et al., 2014) (Figura 1). Al respecto, un modelo experimental desarrollado en cerdos mostró que luego de 14 días de producida una herida en la mucosa palatina, clínicamente ésta había cerrado, en tanto que a los 28 días se hacía difícil reconocer su localización; en cambio, una herida similar practicada en la piel permanecía cubierta por la costra a los 14 días, y continuaba siendo fácilmente detectable a los 28 días (Wong, 2009). Las causas de las diferencias entre ambas zonas podrían encontrarse en la rápida renovación de células, la alta vascularización, la humedad y la presencia de una variedad de proteínas y péptidos con actividad biológica en la mucosa. Otros estudios han confirmado el efecto benéfico de la saliva al efectuar tratamientos basados en la colocación de dicha secreción sobre heridas, observando disminución del infiltrado de células inflamatorias, menor índice de infección y mayor proliferación de vasos sanguíneos y fibras colágenas (Jia et al., 2012).

En los últimos años, el interés en constante aumento por el estudio de la saliva y sus componentes ha hecho reaparecer en escena a las glándulas salivales y sus productos de secreción exócrina, así como también la utilidad diagnóstica de este biofluido. Esta perspectiva permitió redescubrir nuevas sustancias pro-regenerativas, como es el caso de las histatinas, péptidos presentes en la saliva humana y de primates superiores, previamente conocidas por sus atributos antimicrobianos, a los que se agregaron su papel en la migración y adhesión celular, permitiendo valorar su futuro potencial terapéutico para el tratamiento de heridas (Torres et al., 2018). A su vez, indicios en otras especies añaden evidencia en esta dirección. Por ejemplo, Inayah y cols., utilizando saliva de reptiles de la familia de los geckos, demostraron que su aplicación sobre las heridas resultantes de apéndices autotomizados de lagartijas es capaz de acelerar la curación estimulando la formación de neocapilares, favoreciendo la regeneración de la cola (Inayah et al., 2017). A pesar de estos avances, muchas de las funciones de los componentes de la saliva aún permanecen en un estado incipiente de estudio, mientras que nuevas aplicaciones terapéuticas de la saliva podrían descubrirse si se ahondara en la exploración de sus propiedades reparativas.

En función de los antecedentes descritos, el objetivo de esta revisión es proporcionar una versión actualizada de la participación de las glándulas salivales y sus componentes de secreción en la reparación de los tejidos blandos y resaltar su implicancia en la clínica odontológica. A continuación, se describen los elementos constituyentes de la saliva que, de acuerdo con el conocimiento actual, exhiben demostradas implicancias directas o indirectas sobre los mecanismos de reparación.

 

ELEMENTOS CONSTITUYENTES DE LA SALIVA

1. FACTORES DE CRECIMIENTO

Representan un conjunto de proteínas presentes en líquidos corporales y con efectos biológicos esenciales sobre la proliferación y diferenciación celular, la formación de vasos sanguíneos (angiogénesis) y la migración de las células (quimiotaxis) especialmente donde es necesario que se produzca la regeneración de tejidos. Los factores de crecimiento interactúan con receptores de la membrana celular que transducen la señal generando una cascada de reacciones que termina en la regulación de ciertos factores de transcripción y por lo tanto en la expresión génica. Generalmente actúan en forma autocrina o paracrina, aunque ocasionalmente pueden hacerlo en forma endocrina. De los muchos factores de crecimiento que han sido descubiertos, nos ocuparemos sólo de los que tienen presencia comprobada en la saliva y las glándulas salivales.

 

1.1 FACTOR DE CRECIMIENTO EPIDÉRMICO O EGF (EPIDERMAL GROWTH FACTOR)

Está representado por una familia de proteínas relativamente pequeñas de tamaño y a pesar de que, como se mencionó, su descubrimiento fue revelado en la saliva, posteriormente ha sido encontrado en una extensa variedad de células, tejidos y fluidos corporales como plaquetas, macrófagos, epitelios, tejido nervioso, orina, leche materna, fluido seminal y plasma (Robbins y Cotran, 2005). EGF es el miembro más estudiado de esta familia y juega un importante rol en la regulación del crecimiento, proliferación, diferenciación y supervivencia celular (Herbst y Sandler, 2004). Mediante estos efectos, el EGF salival es capaz de promover la reparación de las zonas de mucosa dañada al tiempo que favorece el mantenimiento de la integridad del tejido gástrico (Venturi y Venturi, 2009), sucesos inducidos por la capacidad de reepitelización (Barrientos et al., 2008) y la formación de tejido de granulación del EGF (Buckley et al., 1987). Por otra parte, se ha comprobado que su concentración salival es mayor en roedores que en humanos (Brand et al., 2014), siendo a su vez la parótida y luego la submaxilar las glándulas que lo producen en mayor cantidad. Otro miembro de la familia, también presente en la saliva humana, es el factor de crecimiento transformante alfa o TGF-α (transforming growth factor alpha), el cual presenta una notable homología estructural con EGF y efectos biológicos similares. Como el EGF, TGF-α es secretado por las células ductales de las glándulas parótida y submaxilar (Zelles et al., 1995), y ambos comparten el receptor celular, el receptor del factor de crecimiento epidérmico o EGFR.

Trabajos recientes sobre pacientes que padecían síndrome de Sjögren han mostrado una asociación directa entre la disminución de la producción de saliva y bajos niveles de EGF salival. Del mismo modo, la progresión y el aumento de la severidad del síndrome de Sjögren acentúan el descenso de los niveles de EGF, hecho que se supone está directamente vinculado con la aparición de las manifestaciones orales en las personas que lo padecen (Azuma et al., 2018). Por otra parte, el nivel de EGF en saliva se vio incrementado tanto en individuos con periodontitis juvenil (Hormia et al., 1993) como en pacientes que fueron sometidos a cirugía periodontal (Oxford et al., 1998). Sin embargo, otros trabajos reflejaron que en el fluido gingival crevicular los niveles de EGF y TGF-α disminuyen en la enfermedad periodontal (Sakai et al., 2006; Mogi et al., 1999) pese a que también se ha reportado una mayor actividad de EGF, posiblemente debido a una sobreexpresión de su receptor EGFR en las bolsas periodontales (Naot et al., 2005; Chang et al., 1996). Asimismo, en estudios en donde se realizó la administración exógena experimental de EGF junto con vesículas fosfolipídicas transportadoras denominadas liposomas, se ha obtenido un efecto benéfico sobre la reparación ósea alveolar postextracción dentaria (Marquez et al., 2013) así como una aceleración del movimiento ortodóntico (Alves et al., 2009).

Por otro lado, EGF también ha mostrado su importancia como mediador en mecanismos como la invasión y la destrucción originada por varios tumores, y en la metástasis del cáncer, por ejemplo, a través de mecanismos que incluyen la inducción de enzimas como las metaloproteinasas de la matriz (MMP) (Liotta et al., 1991; Ohnishi et al., 2015).

 

1.2 FACTOR DE CRECIMIENTO NERVIOSO O NGF (NERVE GROWTH FACTOR)

Este factor fue descubierto inicialmente por Stanley Cohen al encontrarlo en el veneno de serpiente y, de manera más abundante aún, en las glándulas salivales de ratones machos. Es un polipéptido que pertenece a la familia de las neurotrofinas, sustancias producidas por el tejido nervioso y que estimulan su desarrollo, aunque además se encuentra en células no neuronales como queratinocitos (Pincelli y Yaar, 1997) y células ductales de las glándulas salivales (Murphy et al.,1977), entre otras.

Se considera que NGF posee un papel protector clave en el desarrollo y en la sobrevida de neuronas colinérgicas simpáticas, sensoriales y del cerebro anterior (Aloe et al., 2015). Su papel como factor mitótico y de supervivencia parece llevarse a cabo a través de su interacción con el receptor tirosina kinasa de alta afinidad TrkA, específico para este factor, así como con el receptor P75, inespecífico y perteneciente a la superfamilia del TNFα (Huang y Reichardt, 2003). Ambos receptores han sido identificados en células epiteliales de estratos basales de la mucosa oral (Hayashi et al., 2007 y 2008). NGF se secreta como un precursor proNGF que sufre un clivaje intracelular post-traslacional convirtiéndose en NGF maduro. Pro-NGF también puede ser secretado y luego procesado extracelularmente por enzimas como plasmina o MMP. Por otra parte, se piensa que el efecto de NGF sobre las células blanco depende del número y distribución de los mencionados receptores en la superficie celular (Micera et al., 2007), dado que se ha demostrado que un transporte bajo de NGF puede causar daño en las células nerviosas, como se observó en neuropatías periféricas (Hellweg y Raivich, 1994).

En la cavidad bucal, se ha probado que cuando la mucosa resulta lesionada, tanto pro-NGF como NGF salivales son capaces de acceder a sus receptores en células de estratos basales y queratinocitos. En estas condiciones, plasmina puede realizar el clivaje y así la activación del pro-NGF a NGF, el cual induce sus efectos de restitución y regeneración (Bruno y Cuello, 2006). Esto ha sido corroborado en estudios in vitro, en los cuales se ha observado que el agregado de NGF a cultivos de queratinocitos de mucosa humana estimula tanto la proliferación como la motilidad, aspectos esenciales para el cierre de las heridas (Hayashi et al., 2007). Los efectos que se le atribuyen a NGF abarcan aspectos de la regeneración, como motilidad celular, restablecimiento de la barrera celular, incremento de proteínas anti apoptóticas, proliferación de queratinocitos, células endoteliales y fibroblastos; aspectos en la inflamación, como la expresión de moléculas de adhesión, liberación de mediadores inflamatorios, quimiotaxis de neutrófilos y angiogénesis; y aspectos en la remodelación, como expresión de las MMP, diferenciación de fibroblastos, etc. (Schenck et al., 2017).

Resulta interesante notar que varios estudios efectuados sobre pacientes con diabetes insulinodependiente han revelado un descenso en los niveles salivales de EGF y NGF, lo que se supone tendría incidencia en la menor tasa de curación de heridas bucales de aquellos que la padecen (Oxford et al., 2000; Nagy et al., 2001).

 

1.3 FACTOR DE CRECIMIENTO ENDOTELIAL VASCULAR O VEGF (VASCULAR ENDOTHELIAL GROWTH FACTOR)

Es una proteína de señalización, descubierta en 1989, cuyos efectos más estudiados se relacionan con la formación y el crecimiento de vasos sanguíneos, a través de la estimulación de la división y migración de las células endoteliales. Si bien VEGF incluye a un grupo de proteínas entre las que se destacan VEGF-A, VEGF-B, VEGF-C, VEGF-D y el factor de crecimiento placentario (PLGF), la mayoría de los estudios refieren a VEGF-A cuando se menciona a VEGF. La producción de al menos algún miembro de la familia ha sido descrita en células endoteliales, fibroblastos, queratinocitos, macrófagos, mastocitos, acinos salivales y células tumorales (Veikkola y Alitalo, 1999).

Se han demostrado los potentes efectos de VEGF sobre la formación de novo del sistema circulatorio embrionario (vasculogénesis) así como en el crecimiento de vasos sanguíneos provenientes de vasos preexistentes (angiogénesis). Su producción puede inducirse en células que no están recibiendo suficiente oxígeno, circunstancia que aumenta la generación de HIF (factor inducible por hipoxia), que es quien entre otras acciones media la transcripción, síntesis y liberación de VEGF. Asimismo, este factor angiogénico ha sido implicado en procesos neoplásicos al observarse el incremento de sus niveles séricos en pacientes que padecen carcinoma orofaríngeo (Polz-Dacewicz et al., 2016), mientras que su concentración salival aumentaría en pacientes que presentan tumores de las glándulas salivales (Derringer y Linden, 2007; Błochowiak et al., 2019).

Recientemente se ha reportado que el VEGF tiene una participación importante en la regeneración del tejido glandular en un modelo experimental basado en una injuria de la glándula submaxilar (Nam et al., 2019). Por otra parte, se le ha asignado al VEGF salival un papel esencial en la curación de la mucosa oral al evidenciarse deficientes procesos de neovascularización y reepitelización de heridas palatinas ante bajos niveles de este factor en la saliva (Keswani et al., 2013). Además, se ha encontrado un incremento en el nivel del factor en la encía y en el fluido gingival crevicular de pacientes con enfermedades gingivoperiodontales (Kasprzak et al., 2012; Prapulla et al., 2007), aunque restan estudios más profundos para terminar de elucidar si este incremento forma parte de los que experimentan los tejidos durante la evolución de dicho tipo de afecciones.

En un interesante estudio, Guang y cols. evaluaron los efectos in vivo e in vitro de VEGF en los tejidos próximos a implantes dentales con superficies de titanio. Los autores demostraron que VEGF no solamente promueve la neovascularización, sino que también estimula la proliferación de osteoblastos y la expresión de varias proteínas relacionadas directamente con su actividad en la superficie implantaria (Guang et al., 2017).

 

1.4 FACTOR DE CRECIMIENTO INSULÍNICO O IGF (INSULIN GROWTH FACTOR)

Los factores de crecimiento semejantes a la insulina o insulínicos son hormonas polipeptídicas segregadas en múltiples tejidos por efecto de la hormona de crecimiento (GH), siendo responsables de parte de sus acciones. En realidad, estos factores integran un sistema formado por dos ligandos, IGF-1 e IGF-2, y dos receptores, IGF1R y IGF2R, junto con enzimas (IGFBP) y proteínas transportadoras (IGFBP 1-6). Tanto IGF-1 como IGF-2 se sintetizan principalmente en el hígado, aunque también pueden hacerlo en corazón, pulmón, riñón y cerebro. Las células ductales de las glándulas submaxilar y parótida también sintetizan IGF-1 y IGF-2 (Zelles et al., 1995) y ambos han sido aislados de la saliva humana (Costigan et al., 1988).

Los factores de crecimiento insulínicos tienen un reconocido efecto en el desarrollo fetal, pudiendo producir un tipo de enanismo si se presenta déficit de ellos. Por otro lado, IGF-1 ha mostrado ser un potente regulador del desarrollo de los oligodendrocitos en el cerebro y de la mielinización en el sistema nervioso central (McMorris, 1993). Entre sus acciones sobre el metabolismo, se han destacado sus efectos hipoglucemiante y anabólicos. Existe evidencia de que los menores niveles de IGF en individuos que padecen diabetes serían una de las razones del retraso en la cicatrización de heridas en estos pacientes (Bitar y Labbad, 1996; Grose et al., 2002). IGF-1 estimula la síntesis proteica y posee efectos similares a la insulina sobre los hidratos de carbono, mientras que en el hueso aumenta la síntesis de colágeno y contribuye a mantener la masa ósea (Conchillo et al., 2007). Adicionalmente, en un modelo experimental en ratas se ha probado que la administración subcutánea de IGF-1 reduce la pérdida de hueso alveolar e incrementa la formación de hueso nuevo, luego de la extracción del primer molar inferior (Kumasaka et al., 2015).

 

1.5 FACTOR DE CRECIMIENTO TRANSFORMANTE BETA O TGFΒ (TRANSFORMING GROWTH FACTOR BETA)

Se trata de una familia que incluye tres isoformas: TGF-β1, TGF-β2 y TGF-β3, junto con otros factores como las proteínas morfogénicas óseas (BMP), activinas, inhibinas y la hormona antimulleriana, siendo TGF-β1 el miembro más estudiado. Esta familia es secretada por una gran variedad de tipos celulares, incluyendo plaquetas, macrófagos, linfocitos, fibroblastos, células óseas y queratinocitos (Zelles et al., 1995). Particularmente en los macrófagos, TGF-β1 se halla formando un complejo con otras proteínas sobre la superficie celular y puede ser liberado en procesos inflamatorios por acción de plasmina o proteinasas séricas.

Las funciones de TGF-β1 son amplias y dependen del tipo celular y de las circunstancias en que es inducido. En la inflamación aumenta el reclutamiento de células y promueve el desbridamiento tisular producido por los macrófagos (Barrientos et al., 2008). Estudios in vitro han demostrado su potente capacidad para estimular la iniciación de la formación de tejido de granulación a través de la expresión de genes asociados a la formación de matriz extracelular, como el de la fibronectina. En cuanto a la etapa proliferativa, TGF-β1 está involucrado tanto en la regulación de la angiogénesis como en la formación de matriz extracelular, destacándose su papel estimulante de la producción de colágeno I y III e inhibitorio de las proteínas de degradación MMP-1, MMP-3 y MMP-9 (White et al., 2000; Zeng et al., 1996).

Por otro lado, las isoformas TGF-β2 y TGF-β3 también han mostrado efectos significativos en el reclutamiento de células inflamatorias y fibroblastos hacia el sitio de la herida. En este aspecto, ambos integrantes poseen, al igual que el TGF-β1, una acción promotora de la angiogénesis y la reepitelización (Cordeiro et al., 1999; Graycar et al., 1989). Por su parte, las BMPs son capaces de inducir la formación de hueso y cartílago, a través de la diferenciación de osteoblastos, lo que ha llevado a su utilización con fines experimentales y terapéuticos, por ejemplo mediante la aplicación en fracturas y otras patologías óseas como la osteoporosis (Sierra-García et al., 2016).

En las glándulas salivales, al igual que otros factores de crecimiento, tanto TGFβ como sus receptores han sido localizados especialmente en las células ductales, en tanto que la alteración de su función fue relacionada con la fibrosis y otros daños de la actividad secretoria glandular (González et al., 2016). Interesantemente, en pacientes con enfermedad periodontal los niveles de TGF-β sérico, salival y del fluido gingival crevicular han mostrado ser más altos que en pacientes controles (Khalaf et al., 2014). A su vez, se ha planteado que este incremento de TGF-β junto con su papel regulador de la formación de tejido conectivo podrían ser responsables, al menos en parte, de alteraciones cardiovasculares, como las afecciones de la arteria aorta asociadas a la enfermedad periodontal (Suzuki et al., 2015).

Por último, cabe mencionar la singular vinculación de TGF-β con el cáncer debido a los controversiales resultados, a través de los cuales parece tener un doble papel, dado que en primer término muestra efectos como supresor de tumores en etapas iniciales, mientras que podría actuar como promotor de la metástasis del cáncer en etapa tardía (Xu et al., 2016).

 

1.6 FACTOR DE CRECIMIENTO FIBROBLÁSTICO O FGF (FIBROBLAST GROWTH FACTOR)

También corresponde a un grupo de factores de crecimiento, aunque con importante actividad mitógena. La familia comprende a 23 miembros (Barrientos et al., 2008), los cuales son producidos por queratinocitos, fibroblastos, células endoteliales, células epiteliales, condrocitos, células de músculo liso y mastocitos (Zelles et al., 1995). Los FGFs tienen la particularidad de actuar en combinación con proteoglicanos como heparina y heparán sulfato para activar a sus receptores específicos FGFR.

FGF-2, también conocido como bFGF (basic fibroblastic growth factor), es uno de los miembros más estudiados, habiéndose reportado su incremento en heridas agudas y desempeñando un papel importante en la formación de tejido de granulación, reepitelización y el remodelado tisular (Gorlin, 1997), aunque su nivel parece disminuir en las heridas que experimentan cronicidad (Robson, 1997). Asimismo, mediante estudios in vitro se ha propuesto que FGF-2 regula la síntesis y deposición de varios componentes de la matriz extracelular, incrementa la movilidad de los queratinocitos durante la reepitelización (Sogabe et al., 2006; Di Vita et al., 2006) y promueve la migración de fibroblastos, estimulándolos a producir colagenasa (Sasaki, 1992). A diferencia de los otros integrantes del grupo, FGF-7, también conocido como KGF (Keratinocyte Growth Factor) parece tener predilección por las células epiteliales en sus acciones mitogénicas (Werner, 1998).

En la saliva FGF fue descubierto en el año 1995 por van Setten (van Setten, 1995), y poco tiempo después, al menos parte de su enfoque comenzó a vincularse al estudio del cáncer oral. En este sentido, una publicación reciente reportó que un grupo de pacientes con carcinoma de células escamosas no tratado mostró mayores niveles salivales de FGF que un grupo de pacientes controles y un grupo con carcinoma bajo tratamiento. Dado que los valores resultantes en saliva, a diferencia del suero, tenían correlación con el estadio del carcinoma, los autores de este trabajo han propuesto la determinación del FGF salival, en lugar del sanguíneo, como un método fiel para las prácticas diagnósticas del mencionado tipo de cáncer (Gupta et al., 2019).

Hiramatsu et al., han localizado al FGF-2 tanto en regiones ductales como en nervios autonómicos de la glándula submaxilar de la rata (Hiramatsu et al., 1994). Además de lo relativo a las neoplasias, el FGF-2 salival cumple funciones tendientes a la aceleración de la regeneración tisular a través de sus efectos angiogénicos, formación del tejido de granulación y proliferación de células epiteliales. Además, FGF-2 fue encontrado en heridas resultantes de la extracción de molares en ratas (Tominaga, 1995). Sin embargo, las propiedades benéficas parecerían no limitarse a los tejidos bucales, sino que FGF-2 desempeñaría un papel regenerativo tanto en los tramos más distales del tracto digestivo como en la misma glándula salival (Kagami et al., 2000).

 

2. INHIBIDOR DE LA PROTEASA LEUCOCITARIA SECRETORA O SLPI (SECRETORY LEUKOCYTE PROTEASE INHIBITOR)

Originalmente aislado de la saliva humana (Thompson y Ohlsson 1986) es una proteína inhibidora de las serin proteasas. Una de sus primeras funciones documentadas fue la habilidad para inhibir el desarrollo bacteriano, demostrando en numerosos estudios una reducción en el desarrollo de Escherichia coli, Staphylococcus aureus, Mycobacterium tuberculosis y Neisseria gonorrhoeae mediante una administración exógena de SLPI (Cooper et al., 2012; Gomez et al., 2009; Hiemstra et al., 1996). Posteriormente, otros estudios se enfocaron en los efectos antivirales de SLPI, principalmente en su papel en la transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (HIV), demostrando su capacidad para inhibir la infección de monocitos y macrófagos y confirmando su presencia en saliva, lo cual lo proponen como uno de los factores que contribuyen a la baja trasmisión oral del virus (Drannik et al., 2011; McNeely et al., 1995).

En mamíferos, SLPI es comúnmente encontrado en las mucosas, y se encuentra altamente expresado en células acinares de las glándulas parótida y submaxilar, así como también en el tracto bronquial y urogenital. Su presencia no solo provee defensa contra las noxas biológicas, sino que también juega un importante papel en la inflamación y la reparación de heridas. Esta función fue demostrada por varios estudios in vivo en animales transgénicos knockout para SLPI, los cuales, luego de ser sometidos a una herida cutánea experimental, presentaron mayor inflamación y actividad de elastasa, impidiéndose así la reparación tisular normal, efectos que fueron revertidos con la administración exógena de SLPI.

Otros autores afirman que su actividad antiinflamatoria no está relacionada a su actividad antiproteasa, sino que se debe a una disminución en la expresión de citoquinas proinflamatorias, convirtiendo al SLPI en un regulador transcripcional de factores condicionantes de la reparación de heridas como lo es el TNFα. El descubrimiento de sus propiedades antiinflamatorias ha guiado a los científicos a la utilización del SLPI en diferentes campos de la medicina, hallándose un rol protector en varios modelos animales de isquemia tisular de diferentes órganos como el hígado, el riñón e incluso el cerebro.

 

3. HISTATINAS

Las histatinas son una familia de unas 12 proteínas de bajo peso molecular, ricas en histidina, que se expresan en la saliva de humanos y primates superiores, ampliamente estudiadas por sus capacidades antifúngicas. Son codificadas por los genes HIS1 e HIS2, los cuales dan origen a la histatina-1 e histatina-3, respectivamente. El resto de las proteínas de esta familia son producto del clivaje postraduccional intra y extracelular de las anteriores dos (Oppenheim et al., 1988; Melino et al., 2014). Son sintetizadas y secretadas por los acinos serosos de las glándulas parótida, submaxilares, sublinguales y las de Von Ebner, aunque también se ha reportado la expresión de estos péptidos en glándulas lagrimales humanas, líneas celulares y metástasis provenientes de melanomas, y su concentración en la cavidad bucal fluctúa de acuerdo a diferentes factores como el ritmo circadiano y la edad, teniendo también en cuenta que son un componente muy importante de la película adquirida del esmalte.

Los miembros más estudiados son la histatina-3, a partir de la cual se producen la histatina-5 y 6, y la histatina 1, la cual sufre proteólisis post secreción para dar lugar a la histatina-2. (Melino et al., 2014). Numerosos estudios han demostrado su importancia como agentes antimicrobianos contra Candida albicans, Cryptococcus neoformans, Aspergillus fumigatus y Staphylococcus aureus entre otros, inhibiendo parcial o completamente su desarrollo (Sun et al., 2009; Kong et al., 2016). Esta función se encuentra altamente ligada a la curación de las heridas orales, dado que inhibe la invasión y el desarrollo microbiano en aquellas alteraciones de la integridad tisular, incluso se ha demostrado su participación como inhibidores de las MMP-2 y 9, producidas por la invasión periodontal de bacterias como la Porphyromonas gingivalis (Murakami et al., 1991; Bhadbhade et al., 2013; Melino et al., 2014).

Durante la última década, ha cambiado el foco en la investigación de la reparación oral en la búsqueda de nuevos mediadores del proceso, debido a que en humanos los factores más estudiados hasta el momento, como por ejemplo EGF y NGF, no alcanzan concentraciones semejantes a las halladas en roedores. A la luz de estos nuevos hallazgos, es cuando aparecieron en escena nuevos protagonistas capaces de cumplir dicho rol. A raíz de esta vacancia, en 2008 Oudhoff y colegas, mediante screening y fraccionamiento proteico de la saliva humana, lograron demostrar por primera vez que las histatinas son el factor más importante contenido en el biofluido con la capacidad de promover la migración y adhesión de queratinocitos in vitro. Este efecto es mediado por las histatinas 1, 2 y 3 principalmente, pero no por la histatina 5 (Oudhoff et al., 2008; 2009). En la actualidad esta familia de proteínas salivales ha cobrado un gran interés por sus posibles usos terapéuticos como coadyuvante en la reparación de heridas en general, debido a que se encuentra involucrada en las múltiples etapas del proceso, estimulando la reepitelización, angiogénesis y promoviendo la migración y adhesión de células del tejido conectivo como fibroblastos gingivales y osteoblastos (Torres et al., 2017; Blotnick et al., 2017). Hoy en día, gracias a las técnicas de laboratorio, estos péptidos, que han demostrado ser benéficos para el tratamiento de heridas, pueden ser fácilmente producidos de forma sintética a gran escala y bajo costo. Posiblemente, la investigación y el uso futuro de estos “biofármacos” irá en aumento y podrá ser aplicado en diferentes ámbitos clínicos como la implantología oral, debido a su habilidad para promover la adhesión celular a las superficies de titanio, facilitando la oseointegración y mejorando su pronóstico a largo plazo (Van Dijk et al., 2017).

 

4. PAROTINA

Se trata de una sustancia de composición proteica a la que durante años se le ha dado la denominación de hormona de las glándulas salivales. Los primeros antecedentes de la literatura científica referida a la parotina datan de 1944, cuando Ogata e Ito lograron su extracción desde glándulas parótidas frescas de ganado bovino. La extracción de parotina desde la saliva humana fue realizada por primera vez en el año 1956, por Ito (Ito y Endo, 1956). Durante las décadas siguientes, varios autores se han interesado en el estudio de la parotina, y fue, en gran medida, el descubrimiento de las características de sus acciones lo que condujo a otorgarle un papel endocrino a las glándulas salivales. Sin embargo, en los últimos años las publicaciones que hacen referencia a la parotina son escasas, quizás como consecuencia de que otros componentes salivales como los factores de crecimiento y las histatinas han centralizado la atención de las investigaciones en la temática.

Ensayos de inmunohistoquímica han brindado evidencia sobre la presencia de parotina, como otros factores de crecimiento, en las células ductales de las glándulas (Takano y Suzuki 1971). Entre las funciones mencionadas por distintos estudios, se destaca el mantenimiento de tejidos mesenquimáticos como los dentarios, hueso, cartílago y tejido conectivo. Estudios con parotina en ratones y otros animales muestran hipocalcemia y leucocitosis, mientras que se observa un aumento de la calcificación en la dentina de incisivos de roedores (Ito, 1960) al mismo tiempo que se ha propuesto que parotina regula la función de los odontoblastos, juntamente con calcitonina y parathormona (Saitoh y Wakabayashi, 2000).

 

5. CALICREÍNA

Corresponde a una proteasa presente en el plasma, aunque también se encuentra en otros órganos y tejidos, en donde, en conjunto, recibe el nombre de calicreína tisular o glandular. A la calicreína tisular la encontramos en las glándulas salivales, el sistema nervioso central, los riñones, las glándulas sudoríparas, testículo, próstata, páncreas y tracto digestivo. La calicreína plasmática tiene como función generar el nonapéptido bradiquinina, por lo que indirectamente tiene un efecto vasodilatador, en tanto que también interactúa con el factor XII, favoreciendo así la cascada de la coagulación. La calicreína tisular puede actuar sobre los cininógenos de alto y de bajo peso molecular, dando lugar al decapéptido lisil-bradicinina, cuya acción es similar a la de bradiquinina (Ganong, 2002). Dado el incremento de su nivel en tumores de las glándulas salivales, se ha vinculado a distintos tipos de calicreína con un efecto benéfico en estos procesos (Hashemipour et al., 2016).

 

6. FACTOR TISULAR

El factor tisular o factor III es una proteína transmembrana, a veces considerada como receptor, que actúa como primer iniciador de la hemostasia fisiológica por la vía extrínseca. Se encuentra altamente expresado en muchos de los tejidos, principalmente fibroblastos y células endoteliales, y en condiciones normales no se encuentra expuesto al torrente sanguíneo, pero queda expuesto al producirse una injuria, desencadenando la cascada de la coagulación (Berckmans et al., 2011). No posee actividad enzimática por sí mismo, pero se une fuertemente al factor VII de la coagulación promoviendo su activación a factor VIIa y aumentando su actividad proteolítica e iniciando la vía (Zacharski et al., 1981; Hoffman 2018). Estudios recientes han demostrado también su capacidad de mediar una respuesta celular activando diferentes vías de señalización y alterando la expresión génica. Se ha demostrado la existencia de vesículas extracelulares que contienen factor tisular en saliva y otros fluidos corporales como la orina, lo que, según algunos autores, podría explicar el instinto innato que poseen los animales de lamer sus heridas, favoreciendo la formación del coágulo y el inicio de la reparación tisular. Estas vesículas provienen de micropartículas y exosomas de diferentes tipos celulares, y mediante su contacto con un sitio lesionado son capaces de desencadenar la cascada de la coagulación, otorgándole a la saliva una función inicial en el mecanismo de la reparación (Berckmans et al., 2011; Brand et al., 2014).

 

7. LEPTINA

La leptina es una hormona peptídica anti-obesidad codificada por el gen obeso (ob) (Zhang et al., 2005). Es producida principalmente por adipocitos maduros, pero también se conoce su producción en otros tejidos como la placenta, el estómago, el músculo esquelético, el cerebro y la glándula pituitaria. Desde su descubrimiento en 1994 ha sido estudiada con creces por cientos de grupos de investigación en el mundo, principalmente en el área de la neuroendocrinología de la obesidad, ya que ésta influye en la ingesta de alimentos al suprimir el neuropéptido Y en el hipotálamo y estimular el gasto energético y la termogénesis por su interacción con la corteza suprarrenal. Sin embargo, los receptores específicos para leptina se encuentran de forma ubicua (p. ej., glándula tiroides, glándulas suprarrenales, pulmón, placenta, riñón, hígado y células endoteliales) sugiriendo además un rol de la leptina a nivel periférico, que aún hoy permanece poco estudiado (Münzberg y Morrison 2015).

Hace aproximadamente dos décadas fue detectada y aislada en la secreción salival otorgándole como función principal la estimulación de los receptores estomacales, (Gröschl et al., 2001) pero estudios recientes han demostrado su vinculación con la migración y proliferación de células epiteliales y la angiogénesis alrededor de las heridas en la mucosa oral (Umeki et al., 2014). Este hallazgo importante podría explicar la importancia fisiológica de la leptina salival en la reparación de heridas y un posible uso futuro en el tratamiento o prevención de lesiones en la mucosa bucal.

 

8. CORTISOL

El cortisol es una hormona que se produce como consecuencia de la acción coordinada del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal. Es el glucocorticoide más activo en el humano y su secreción desde la glándula adrenal hacia la sangre es alta durante la mañana y disminuye por la noche (Aguilar-Cordero et al., 2014). Desde la sangre, el cortisol puede pasar a la saliva o a la orina. El cortisol salival es un indicador confiable del cortisol plasmático, por lo que actualmente está incrementándose el dosaje de la hormona en la saliva como medio de diagnóstico y control de afecciones, debido a la facilidad de la técnica de toma de muestra. La hipersecreción de cortisol ha sido observada como una vía fisiológica relacionada con los efectos del estrés crónico, con resultados nocivos para la salud por la reducción de la eficacia inmunológica (Vedhara et al., 1999; Martin, 1997), especialmente interviniendo en la función de las células T y la interleucina-1 (Ebrecht et al., 2004). Además, el incremento en la concentración salival de cortisol ha sido correlacionado con un incremento en los niveles de inmunoglobulinas A, G y M, así como con una menor curación de heridas en la mucosa bucal (Rai y Kaur, 2012). Por otra parte, entre sus amplias acciones sistémicas es proclive a activar la vía antiinflamatoria, efecto que también podría manifestarse a nivel bucal dada su presencia en la saliva.

 

9. OPIORFINA

Se trata de un pequeño y poco estudiado péptido descubierto en el año 2006 por un grupo de investigadores del Instituto Pasteur de París. Tras ser aislada de la saliva humana, la opiorfina fue probada en ratas, donde se comprobó su potente efecto analgésico, similar e incluso superior al de la morfina (Wisner et al., 2006). Esta acción analgésica parece alcanzarse por medio de la activación de la vía opioide, mecanismo muy similar al empleado por otro péptido, la sialorfina, hallada en la saliva de ratas algunos años antes por el mismo grupo de investigadores.

 

10. INTERLEUQUINAS E INMUNOGLOBULINAS Varios tipos de interleuquinas han sido detectadas en la saliva a pesar de que la ubicación exacta de las células que las originan no está clara. Entre ellas, IL-6, proinflamatoria, e IL-10, antiinflamatoria, son las que con mayor frecuencia han sido reportadas. En investigaciones sobre heridas, particularmente IL-10 ha mostrado reducir el infiltrado de neutrófilos y macrófagos y la expresión de quimiocinas y citoquinas en el sitio injuriado (Sato et al., 1999; Moore et al., 2001; Doğan et al., 2016), en tanto que además ha mostrado capacidad para inhibir la generación de escaras (Liechty et al., 2000).

Por otra parte, de todas las inmunoglobulinas, la más abundantemente hallada en saliva es la IgA, que posee un papel importante en la respuesta inmune adaptativa humoral. La inmunoglobulina A también es conocida como inmunoglobulina secretoria y se encuentra en secreciones de los tractos gastrointestinal, respiratorio y urogenital, lágrimas y leche materna. Su función estaría vinculada especialmente a la inhibición de la adhesión bacteriana y viral a las células epiteliales y dentarias y a la neutralización de las toxinas bacterianas y víricas (Shifa et al., 2008; Thaweboon et al., 2008). Además, se tiene información de que el nivel de inmunoglobulina A en saliva está asociado directamente con situaciones de estrés y, por lo tanto, con el nivel del cortisol salival (Burns et al., 2004; Bandelow et al., 2000).

 

11. FACTORES TREFOIL

En la reparación de heridas del tracto gastrointestinal una nueva familia de proteínas parecidas a factores de crecimiento, presente en todas las secreciones mucosas de mamíferos, se convirtió en foco de nuevas investigaciones, se trata de una familia de proteínas pequeñas y solubles cuyo primer integrante fue descubierto en los años 80 durante la purificación de insulina de páncreas porcino y fue denominado en ese entonces PSP (Pancreatic Spasmolytic Peptide) (correspondiente al TFF2), pero que a mediados de los años 90 su nombre cambio a “Trefoil Factors” (Thim, 1997).

Los tres integrantes de esta familia de factores (TFF1, TFF2 y TFF3) se encuentran presentes en las secreciones mucosas a lo largo de todo el tracto gastrointestinal y principalmente son el producto de secreción, entre otros, de las células caliciformes, pero difieren en la ubicación de su producción, por ejemplo TFF1 y 2 son secretados principalmente en la mucosa gástrica y en las glándulas de Brunner, pero también se encuentran presentes en algunas células pancreáticas, la vesícula biliar, partes del tracto respiratorio y los ductos de glándulas mamarias. Sin embargo, el TFF3 además de su localización intestinal también se encontró presente en útero, glándula mamaria, ciertas áreas del cerebro (hipotálamo y glándula pituitaria), secreciones lagrimales y es el único miembro de la familia encontrado en la saliva total, producto de la secreción de la glándula parótida y submaxilar, principalmente (Storesund et al., 2008 y 2009; Choudhary et al., 2015).

Entre las funciones atribuidas en la literatura a estos factores se incluyen la regeneración y reparación de heridas, a través de promover la proliferación y migración de células epiteliales, también existen estudios sobre su capacidad angiogénica a través de HIF1α estimulando la neovascularización de las heridas mucosa. Además existen trabajos en donde evalúan sus propiedades antiapoptóticas mediante activación de la vía NFκB (factor nuclear potenciador de las cadenas ligeras kappa de las células B activadas). Muchas de estas capacidades están estrechamente vinculadas, o más bien requieren, de la capacidad de dimerización de estos factores, ya que se ha demostrado que las formas monoméricas de TFF1 y TFF3 son hasta 8 veces menos activas que las formas diméricas.

Se han descripto también la capacidad inmunomoduladora de estos factores, disminuyendo la actividad de enzimas proinflamatorias como la ciclooxigenasa 2 (COX2) y la óxido nítrico sintasa inducible (iNOS), inducidas por LPS en monocitos modulando de esta forma la respuesta inmune en las heridas bucales.

Si bien su expresión a lo largo de todo el tracto gastrointestinal contribuye a la integridad de las barreras mucoepiteliales, en la cavidad oral el principal miembro presente es el TFF3, cuya expresión está descripta desde saliva y glándulas (Storesund et al., 2009) como así también en queratinocitos (Storesund et al., 2008), y su disminución ha sido asociada a condiciones patológicas como el cáncer oral y la periodontitis por diversos autores (Choudhary et al., 2015).

 

12. LACTOFERRINA

Sin duda podríamos ubicar a la lactoferrina como uno de los componentes más ubicuos y multifuncionales del organismo. Se trata de una glicoproteína descubierta en 1939 en la leche de vaca; forma parte de la familia de las transferrinas, aunque posee características particulares. En comparación a las transferrinas presenta una alta capacidad de unión a hierro inclusive a pH menores a 4. Es secretada principalmente por las células epiteliales en forma de apo-proteína y forma parte de un vasto número de biofluidos exocrinos como la leche, la saliva, la bilis, el jugo pancreático, secreciones bronquiales y nasales, las lágrimas, las secreciones genitales, etc. (Karav et al., 2017). Su hallazgo en plasma también es habitual, debido a la liberación por parte de los polimorfonucleares durante la transición de promielocito a mielocito, pero es rápidamente catabolizado por los hepatocitos.

Su función en los fluidos corporales es, principalmente, modular la respuesta del huésped como elemento clave en la primera línea de defensa. Mediante su actividad de quelante de hierro, elemento esencial para el desarrollo bacteriano, inhibe la proliferación y adhesión de microbios (bacteriostático) aunque, además, es capaz de unirse a los lipopolisacáridos (LPS) de la pared de bacterias Gram negativas y producir la desintegración de su pared (bactericida). Existen además estudios donde se demuestra la habilidad para modular la respuesta inmune a partir de la activación del complemento y la regulación de la quimiotaxis, diferenciación y proliferación de las células de la inmunidad (Farnaud y Evans 2003).

Como se ha dicho anteriormente, la cavidad bucal presenta una incontable variedad de especies microbiológicas como flora normal, que puede prosperar en determinadas circunstancias. La pérdida de la integridad de las mucosas es una de ellas, pero la presencia de la lactoferrina en la saliva no solo impide el asiento de infecciones oportunistas en dichas heridas, sino que también podría modular la respuesta inmune que tendría lugar si la infección ocurriera (Fine 2015). Es decir, que la lactoferrina contribuye de manera directa en las primeras etapas de la curación de las heridas, asegurando la asepsia y controlando la inflamación (Velusamy et al., 2013; Fine 2015). Existen además artículos que demuestran la propiedad inhibitoria sobre la secreción de citoquinas proinflamatorias (IL-1, IL-6 y TNFα) y la producción de radicales hidroxilos evitando así la peroxidación lipídica de las membranas celulares. Incluso se han estudiado sus propiedades osteoconductoras (Naot et al., 2005; Montesi et al., 2015), antifúngicas, antivirales, antiparasitarias y anticancerígenas entre otras. Hoy en día se discute en la literatura, su posible uso terapéutico como, por ejemplo, para el tratamiento de la enfermedad periodontal y las lesiones protésicas, lo que acrecienta la expectativa de la comunidad médica en el uso de lactoferrina con fines farmacológicos o nutricéuticos (Naot et al., 2005; Amini y Nair, 2014; Görmez et al., 2015).

 

CONCLUSIONES

A pesar de que funciones de la saliva como la lubricación, fonación, percepción del gusto y absorción deben su esencia al contenido acuoso, la idea de la saliva considerada como un simple fluido basado en agua y con escasos solutos disueltos, especialmente minerales, debe ser definitivamente desechada. La presencia de numerosos componentes, cuyas propiedades reparadoras y protectoras de los tejidos orales han sido ciertamente demostradas, brinda a la saliva un conjunto de funciones dinámicas de inconmensurable relevancia tanto en la fisiología como en los procesos patológicos. En efecto, puede predecirse fundadamente que ante una situación de hipofunción salival se hallará dificultado el mantenimiento de la integridad tisular, en parte por el menor volumen de agua, pero probablemente también por la menor presencia de los componentes vinculados a la reparación contenidos en la saliva. En estudios en ratas a las cuales se les extirpó las glándulas submaxilares y sublinguales, se ha demostrado que se produce un incremento en la pérdida de hueso alveolar en comparación con las ratas sanas, e incluso se ha evidenciado que dicha ablación acentúa la pérdida ósea ocasionada por la enfermedad periodontal experimental (Vacas et al., 2008). Asimismo, en nuestro laboratorio se demostró que la submandibulectomía retrasa los tiempos de reparación alveolar en un modelo de exodoncia experimental en ratas, al mismo tiempo que incrementa los niveles de mediadores de la respuesta inflamatoria en los tejidos que rodean al diente (Mohn et al., 2015 y 2018).

Como se mencionó anteriormente, el normal funcionamiento de la cavidad bucal expone a los tejidos que la conforman a una gran cantidad de agresiones físicas, mecánicas, químicas y microbiológicas, que requieren la existencia de un sistema eficiente de protección. Asimismo, las lesiones en las piezas dentales, intervenciones odontológicas traumáticas y los malos hábitos culturales, suman riesgos para la integridad de los tejidos bucales. En las actividades más variadas y aun siendo muchas veces incapaces de advertirlo, podemos estar ocasionando algún nivel de daño. En los últimos años ha tomado auge la utilización de piercings en la lengua, los labios y los carrillos, lo que representa, por un lado, un agente con alto riesgo de provocar traumatismos en tejidos blandos y duros, y por otro, una exacerbación de las posibilidades de infección, dado que somete a los tejidos bucales y a las glándulas salivales a un trabajo más exigente y sostenido del que cumplen regularmente.

Por otro lado, debido a la globalización y los grandes avances en los tratamientos odontológicos, particularmente en áreas como implantología y ortodoncia, se incrementó la exigencia de soluciones estéticas y funcionales por parte de los pacientes mayores, afectados por la hiposalivación.

El aumento en la expectativa de vida de la población mundial acentúa la proporción de adultos de edad avanzada, con la consecuente aparición de nuevos desafíos fisiológicos. Esto acrecienta las probabilidades de consumo de medicamentos y el desarrollo de patologías, como enfermedades autoinmunes o tumores que alteran el funcionamiento glandular ocasionando hiposalivación, padecimientos cada vez más frecuentes, pero que, hasta hace no muchas décadas atrás, eran de rara o escasa incidencia.

Por todo esto, es menester que el odontólogo incluya en el criterio diagnóstico algún tipo de evaluación de la tasa de secreción salival. La hiposalivación, que involucra un menor volumen de saliva en la cavidad bucal y, consecuentemente, una menor presencia de componentes reparativos, debería ser tratada con alguna sustancia capaz de restituir, al menos en parte, las funciones salivales, ayudando a equilibrar la deficiencia en los mecanismos de reparación.

 

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Dirección para correspondencia

Cátedra de Fisiología

Facultad de Odontología

Universidad de Buenos Aires

Marcelo T. de Alvear 2142, Piso 4°B

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, C1122AAH

cesar.ossola@odontologia.uba.ar

 

 

TABLAS Y FIGURAS